Decorar un árbol con luces, esferas y una estrella es una de las tradiciones más representativas de la Navidad en distintas partes del mundo. Aunque los estilos varían —desde guirnaldas y colores llamativos hasta propuestas más sobrias—, el concepto central se mantiene inalterable. Pero ¿cuál es el origen de esta costumbre y cómo se consolidó a lo largo del tiempo?
El historiador y coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes (Uandes), Raúl La Torre, explica que el árbol de Navidad es el resultado de la convergencia de tradiciones muy antiguas.

“El árbol de Navidad tiene un origen que combina distintas tradiciones, comenzando con prácticas paganas y, posteriormente, un proceso de cristianización”, señala el especialista.
Según detalla, mucho antes del surgimiento del cristianismo, los pueblos del norte de Europa decoraban árboles durante el solsticio de invierno como símbolo de vida y renovación, en un contexto marcado por los días más cortos y oscuros del año.
Con el paso del tiempo, estas prácticas se incorporaron a celebraciones cristianas medievales, dando origen al denominado “árbol del paraíso”, que se adornaba con manzanas y diversas frutas, representando elementos del relato bíblico.
No obstante, el árbol de Navidad en su forma más cercana a la actual surge recién en el siglo XVI en Alemania. “Es en ese período cuando comienza a decorarse con velas, espejos y elementos brillantes, en una práctica vinculada especialmente al luteranismo”, precisa La Torre.

En la actualidad, el árbol navideño se encuentra presente en numerosos países, adaptándose a las costumbres y recursos locales. “En nuestra región predominan los árboles artificiales con apariencia de pino”, explica el historiador, “aunque en otras partes del mundo aún se acostumbra introducir árboles naturales en los hogares”.
Con siglos de evolución, el árbol de Navidad continúa siendo un símbolo de esperanza, luz y renovación para millones de familias en todo el mundo.