Opinión

¿Economía política o política económica?

Columna de opinión por Constanza Fernández, Directora de Carrera Ciencias Políticas y Administración Pública Concepción. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. U. San Sebastián.

Hace unos meses nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, escribió un artículo para la prensa en el cual explicaba que nuestra política exterior tiene diversos centros –protección de los océanos, integración regional, estabilización de Haití, defensa de nuestra soberanía en La Haya y equidad de género, entre otras– siendo la economía solo uno de ellos. Esta priorización de la política por sobre la economía ha sido un sello de las relaciones exteriores de nuestro país en los últimos años.

Recordemos que en 2004 el periódico estadounidense The New York Times señaló que Chile es considerado “el alumno mateo que hace todas sus tareas y es detestable para el resto de sus compañeros”, claramente aludiendo a nuestro interés en relacionarnos con el país del norte, Europa y Asia, en desmedro de nuestros propios vecinos. No era extraño escuchar en los noventas a los chilenos decir que éramos “el jaguar de Latinoamérica”, con el afán de sentirnos más europeos y menos latinos. Triste, pero cierto. Se tenía la firme convicción que tener una economía de libre mercado y tener acuerdos comerciales fuera del continente era la única forma de alcanzar el anhelado desarrollo y desprendernos así, aún más, del continente en el que nos tocó residir.

Fue así como firmamos un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea en 2002, y Tratados de Libre Comercio con Corea del Sur (2003), Estados Unidos (2003), China (2006), India (2006), Japón (2007) y Australia (2008), por solo nombrar algunos.

Vuelco en las prioridades

Pero en 2014 la Presidenta Bachelet dio un vuelco a las prioridades de la política exterior chilena, señalando que “nuestro país ha vuelto al vecindario” y que seremos un “promotor de la convergencia y de la integración en América Latina”. Para ello tomó una decisión importante. Incluso en contra de los que muchas voces en su propia coalición política sostenían, Chile se mantuvo como miembro activo de la Alianza del Pacífico. Este organismo nace bajo el gobierno de Sebastián Piñera como una iniciativa económica y de desarrollo entre Chile, Colombia, México y Perú, con el desafío de articular política y economía, potenciando un avance progresivo de la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Su enfoque está en temáticas como la promoción cultural, el turismo, las políticas de género, el mercado laboral, la investigación científica sobre cambio climático y la integración de mercados de valores. Un ejemplo claro son las becas de movilidad estudiantil, las que siguen el ejemplo del Programa Erasmus en Europa. Estas permiten que estudiantes universitarios de la organización puedan vivir en un país extranjero, conociendo la cultura del lugar, potenciando lazos y generando así una real integración.

Asia: el protagonista del siglo XXI

Pero la principal ventaja del bloque es, como su nombre lo dice, la mirada hacia el océano Pacífico. Se ha sostenido que Asia será “el protagonista del siglo XXI”, proyectándose que tres de las cinco mayores economías al 2050 pertenecerán a ese continente, de acuerdo a un estudio de la consultora Pricewaterhouse Coopers. Lo que llama más la atención es que China e India incluso superarán a Estados Unidos. La explicación de este fenómeno se encuentra una creciente industrialización y apertura al exterior, además de ostentar altas tasas de crecimiento, no solo económico, sino que también poblacional.

Chile, en este escenario, tiene una posición privilegiada. Por ejemplo, fuimos los primeros con los que China negoció un TLC fuera de su continente, lo que se debió a que fuimos el primer país latinoamericano que estableció relaciones diplomáticas con ellos en 1970, y el primero en apoyar su ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuando aún no se reconocía mundialmente su condición de economía de mercado. La cosmovisión del gigante asiático indica que ellos honrarán ese lazo histórico, priorizando a nuestro país en futuras negociaciones.

Chile, ad portas de ser desarrollado

Esta situación estratégica, que Chile ha potenciado mediante la suscripción de diversos TLC con países asiáticos y a través de su activa participación en el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), es lo que nos está acercando a alcanzar el estatus de país desarrollado. Hace solo unos días, el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE –Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico– determinó que Chile dejó de ser considerado un país subdesarrollado, pasando a una especie de limbo llamado “Desarrollo en Transición”.

El crecimiento demográfico asiático nos permitirá ampliar aún más nuestro mercado, lo que nos llevará a alcanzar el desarrollo. Pero esto solo será posible si mantenemos nuestro foco en la región. El trabajo en conjunto con nuestros socios latinoamericanos es lo que nos permitirá competir en un mercado que hoy tiene casi cinco billones de personas. Un pequeño país que no alcanza los 18 millones necesita aliados.

Además necesitamos mantener nuestras prioridades de política exterior en la política, y no volver a desplazarlas solo hacia lo económico. Esta visión le consiguió el cuarto lugar a la Presidenta Bachelet dentro de las 25 líderes políticas más poderosas de 2017, anunciada hace unos días por la revista Forbes, siendo la única latinoamericana de la lista.

Resaltar lo político ha traído excelentes consecuencias en lo económico. Ahí está la clave para que nuestros futuros representantes nos conduzcan hacia realmente ser la potencia que desde la década de los noventas creemos que somos.

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