Opinión

Encarecer al padre

Columna de opinión por Javier Irarrázaval, Académico Ing. Comercial de la Universidad San Sebastián.

Hace unos días Islandia se convirtió en el primer país en el mundo en prohibir por ley la brecha salarial entre hombres y mujeres. Lo anterior implica que instituciones, tanto públicas como privadas, deberán garantizar que no haya discriminaciones por género en los sueldos por empleos de igual categoría. En Chile, y de acuerdo a la Encuesta Suplementaria de Ingresos 2016 del INE, la brecha salarial de género está en un 25% (considerando ingreso mediano), y prácticamente no se ha movido en los últimos años. Si tenemos este problema ¿no debiéramos entonces apostar, como Islandia, a eliminar por ley las diferencias salariales de género?

Sin duda, hacia allá debiéramos avanzar, pero antes hay que entender esta brecha y avanzar con otras medidas. La brecha se explica, al menos en parte, porque el beneficio de pre y postnatal para la mujer, ante la posibilidad de embarazo, encarece la contratación de mujeres. Lo anterior ocurre porque se hace necesario buscar y capacitar un reemplazante que además es probable que sea poco productivo sus primeros meses.

Entendiendo eso, procedamos a las medidas que disminuirían la brecha salarial, antes de eliminarla por ley. Una es el postnatal masculino. Es verdad, tenemos 5 días mínimos de postnatal, más lo que nos quiera ceder la madre de su propio postnatal. Sin embargo, esta situación sigue haciendo a las mujeres relativamente más caras, ya que cuentan con 24 semanas de postnatal, más el tiempo de prenatal. Debiéramos avanzar hacia un postnatal masculino de verdad, como en Islandia (90 días para los padres), que no provenga del traspaso voluntario de la madre, sino que sea en beneficio exclusivo del padre. Que no sea un juego de suma cero entre padre y madre.

La segunda medida sería la aplicación de sala cuna universal. Hoy, las empresas que tienen más de 20 mujeres contratadas deben pagarles la sala cuna u ofrecer ese servicio en sus dependencias. Sin embargo, un padre soltero o un padre cuya pareja no trabaje, no tiene el mismo derecho. Se asume, tácitamente, que el hijo depende de la madre, y no del padre, y eso es machismo añejo.

Una vez implantadas ambas medidas, se encarece también al padre, al hombre, y por lo tanto sería más fácil aplicar esa ley, porque la brecha salarial a esa altura habría disminuido.

Si, en el caso contrario, promulgáramos una ley que elimine de raíz la desigualdad salarial de género sin aplicar antes medidas como las anteriores, entonces podría pasar que, dado que la mujer seguiría siendo más cara pero por ley no se le puede pagar menos, entonces simplemente se contrataría a menos mujeres. O sea, se perjudicaría justamente al grupo que se quiere proteger. Avancemos hacia el ejemplo islandés, pero antes apliquemos las medidas que ellos ya aplican hace años.

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